Por: Joaquín Mateu Mollá, Doctor en Psicología Clínica y de la Salud, investigador y docente de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de Valencia – VIU
El alcohol es una sustancia que perturba las funciones cerebrales esenciales para la conducción, por lo tanto, no nos permite planificar nuestras acciones, tomar decisiones e inhibir los impulsos. Esto se traduce en conductas imprudentes al volante como el empleo de teléfonos móviles u otros dispositivos de comunicación, la superación de los límites legales de velocidad o el uso deficiente de las medidas de seguridad. Así entonces, bajo estas circunstancias, los siniestros viales tienden a ser más graves, aumentando de forma dramática los índices de fatalidad.
En Ecuador, por ejemplo, según cifras de la Agencia Nacional de Tránsito fallecieron 1.056 personas por accidentes de automóvil en la primera mitad del año 2022, y 9.019 salieron heridas en 10.592 accidentes. En Chile, un informe dado a conocer por Carabineros en su anuario estadístico de siniestros de tránsito, dio a conocer que en el año 2021 murieron 1.688 conductores, lo que supone un aumento del 13,7% respecto a lo observado en 2020.
Los datos no son más alentadores en Colombia, ya que cifras de la Agencia Nacional de Seguridad Vial mencionan que, durante el primer semestre de 2022, fallecieron 3.102 personas en accidentes de tránsito, un 19,22% más que las registradas en el mismo periodo de 2021. Mientras que, en Perú, de acuerdo con el Observatorio Nacional de Seguridad Vial del MTC, en los primeros siete meses de 2022 perdieron la vida 1.853 personas, involucradas en accidentes viales de las cuales el 60,9% eran peatones.
De acuerdo con Joaquín Mateu Mollá, Doctor en Psicología Clínica y de la Salud, investigador y docente de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de Valencia – VIU, muchos de estos siniestros viales fueron causados por conducir bajo los efectos del alcohol y otras sustancias. Así pues, cuando se ha consumido mucho alcohol puede observarse en los conductores una alteración psicomotriz: movimientos lentos e imprecisos que entorpecen sus reacciones ante situaciones que pudieran demandar respuestas rápidas y decididas. Por poner un ejemplo ilustrativo: cuando un conductor circula a 100 km/h, un solo segundo de demora en su tiempo de respuesta implica perder de vista aproximadamente 27,7 metros de carretera. ¡Más de la mitad de lo que mide una piscina olímpica!
Además de todo esto, los conductores que viajan bajo los efectos del alcohol tienen una mayor sensibilidad a las luces de los demás coches (por lo que pueden quedar cegados por aquellos que circulan en dirección opuesta) lo que es extremadamente peligroso. Ahora bien, si se combina con cocaína, puede precipitar comportamientos agresivos e incluso en ocasiones lleva a la persona a la muerte súbita.
¿Y qué podemos hacer ante esta situación? Solo hay una medida válida posible: evitar el consumo de alcohol si vamos a conducir. No son pocas las personas que lo consumen para desinhibirse o para entablar conversaciones con los demás, pero esta estrategia puede reforzar a medio/largo plazo trastornos tan importantes como la ansiedad social o los síntomas depresivos. Hay que aprender a disfrutar de los momentos de manera diferente, pues si es posible pasarlo bien sin necesidad de utilizar sustancias de ningún tipo. Si vamos a consumir bebidas alcohólicas, lo mejor será que alguien nos acompañe a casa, conduzca por nosotros o simplemente, dejar las llaves en casa.
